miércoles, 28 de septiembre de 2016

Una Infancia en la maleta

Muchas veces he pensado en "desnudarme" en dejar ver lo que esconde esa coraza, que el mismo entorno me enseñó a ponerme, a veces, he dejado entrever por un resquicio, lo que hay dentro, mas...solo ha sido eso un amago de mostrarme tal cual soy. A nadie le importó ver la verdad, es más cómodo fabricar la vida de los demás, con los cotilleos, que cuando llegan al ultimo, no tiene de verdad ni el titulo, con el, "dicen, me han dicho, he oído" y mil frases parecidas, han hecho su propia novela, cuanto más oscura y dramática mejor, mi suerte es que todavía, no estoy en bocas, por asesina, pero obviando esta palabra, me adornan con todos los calificativos, habidos...y por haber y esto, no es lo más molesto, lo que fastidia y a veces te revela, es que no son capaces de decírtelo a la cara, ¿tendrán miedo que puedas demostrar que todo es producto, de mentes calenturientas, ociosas y vividoras de las vidas de los demás, sin ser capaces de llevar las suyas propias?, sí, estoy segura. Como diría mi madre, me importa tres leches, lo que digan, si yo fuera como ellos, ¡cuantos culebrones! se podrían escribir. Gracias a Dios y a la educación que recibí, ni soy ni me parezco, porque he sido capaz de en ocasiones, calzar los zapatos de otro, para no hablar de sus vidas. ¡Con lo sencillo que es,vivir y dejar vivir! Extracto de "una vida hipotecada", 2ª parte de Una Infancia en la maleta

martes, 18 de septiembre de 2012


Hoy...quiero confesarme...


Han pasado los años, tantos, que creí seria difícil recordar, pero no ha sido así,  solo tuve que desempolvar los archivos del sueño, esos que guardo en el desván de los sueños rotos.
Y he vuelto a mis catorce años, a mis tiempos de escuela, aquellos años, de los que en tanto tiempo, olvidé que existían, o mejor, quise olvidarlos, por miedo, por dolor, o...quien sabe si por sentirme culpable, de haber vivido en una época, en la que siempre pensé que no era la mía.
"Cuatro gatos", así nos calificaba nuestra profesora y de no haber sido, por la forma de expresarlo, hubiese pensado que no encerraba mala intención.
Ciertamente, éramos algo menos de diez alumnas, en una clase  normal  si nos centraban en ella, éramos como un cuadro, con un enorme pas par tout, por eso la dirección del colegio, decidió aprovechar el espacio en el segundo piso, un pequeño recuadro, tan tan pequeño, que  una mesa y cuatro pupitres eran todo el mobiliario, eso sí, con el espacio justo, para que los "gatos" en este caso "gatas", pudiésemos acceder a nuestra plaza, la enorme ventana, era la protagonista de la clase.
Todas veníamos de cursos, en los que nuestras docentes, eran más jóvenes y me atrevería a decir, que menos amargadas, excepto dos, las demás, tuvimos la misma profesora en los tres cursos anteriores y puedo asegurar, que eran como noche y día.
La ventana de la clase, tenía una hermosa panorámica, el insti, de los chicos y nuestra suerte era, que nuestra querida tutora, a partir de las tres, parecía estar programada, con nuestra pequeña ayuda, en el momento en que el sueño empezaba a vencerla, bajábamos con mucho cuidado la persiana, con el fin de que el sol, no perturbase, su cotidiana siesta.
Tenía nuestra querida Hna, digo querida porque, aún y no ocupando en nuestras vidas el mismo lugar, que las anteriores, no la queríamos mal, pero...teniendo en cuenta que estábamos en una edad, algo difícil, nos costaba entender su amargado carácter y claro está, como a cualquier jovencita, nos encantaba, disfrutar de aquellos momentos, en los que podíamos, mirar con sigilo por la enorme ventana, levantando con cuidado la persiana, para ver como nuestros amores platónicos, entraban  en el "Insti".

Reencuetro


A veces, guardamos en nuestra memória en un rincón escondido, y arropado por un dolor, que en estos momentos no seria tal, vivencias y momentos, que en un tiempo nos destrozó la vida, nunca hemos querido volver atrás, nunca nos dimos a conocer, quizá por miedo a volver a vivir, aquella etapa de nuestras vidas, que no hubiesemos querido haber vivido.
Pues bien, es algo que viví, y que por el dolor que me causaba, su recuerdo, jamás contacté con aquel pasado.
La vida sigue, y nosotros con ella, los recuerdos se suavizan y los vemos de forma diferente, mis trece años, se han multiplicado, mi entorno ha ido cambiando con el paso del tiempo y ya en mi madurez, empiezo a recordar aquellos días, que veo con un cristal totalmente distinto.
Me ha hecho feliz, reencontrarme con todo aquello, que a mis trece años, parecía que me destrozaba la vida, he comprobado que no era así, la época la sociedad de aquel tiempo, era otra y que todos hemos evolucionado, en mi caso los recuerdos de mis años de escuela, empiezan a ser en mi mente, como días maravillosos, con sus pros y sus contras, pero en conjunto, felices.
Los archivé en el desván de los recuerdos, como lo peor que me habia ocurrido y ahora, felizmente los puedo desempolvar, para ver que fue la base, para que ahora sea quien y como soy.
Reencontrarme con compañeras de mis trece años...ha hecho que borre malos recuerdos.
La mente a veces...nos juega malas pasadas.

jueves, 3 de mayo de 2012

Infancia

Como pasa el tiempo, ¡que deprisa¡ al igual que las hojas en otoño se desprenden de las ramas, monótonas y secas, alfombrando el suelo con su tono de oro envejecido.
Así pasó mi tiempo, sin darme cuenta que los años, surcaban por mi rostro dejando su huella imperturbable, ajó mi cuerpo con ensaña, marcó mis sienes doloridas y en mi mente, gravado como a fuego, el dolor la injusticia, el menosprecio, el hambre de cariño el dolor de las ausencias presentes, una infancia sin tiempo de vivirla, nacida hipotecada por el peso de una deuda de odio, que no tuve tiempo a contraer.
En el otoño de una vida no vivida,reposo en el regazo los recuerdos, acaricio con pena y con dolor, el tiempo rebelde, la niñez envejecida en un entorno de amarguras, la muñeca de porcelana, estrellada con rabia contra un suelo ajeno a mi inocencia, lejano a mis raíces.
La tristeza en el rostro, de quien me dio la vida. La recuerdo, acariciando mi pelo ensortijado de un negro enrojecido, el mar en sus verdes ojos de gata, gotear por sus mejillas, sin respuesta a mis preguntas, ¿porqué? mas no hallo respuesta, a veces, quisiera que existiera ese Dios, pero tan solo es un deseo, en el que suelo o...solía refugiarme cuándo la incomprensión se anudaba a mi garganta, sobre todo, en aquellos años, en que llamemos, mala suerte, hizo mella honda en mi frágil y diminuto cuerpo,de niña-mujer.
Volviendo a mi regazo, barajo sueños adolescentes, empresas incumplidas, quizá por su alta dosis de utopía, la lucha contra un todo poderoso, el querer y el no tener, materia de cariño.
¡Cuántas veces¡ volví a mis raíces, soñando simplemente, recordando el camino entre los álamos, el agua derramada entre las piedras del suelo de aquel pozo, donde no solo las bestias abrevaban, también lo hacían mis recuerdos.

martes, 23 de marzo de 2010

Un regalo envenenado

Lo vi. encima de la mesa cuándo llegué, estaba en una bolsa de plástico de las que dan en el "súper", Jordi me dijo, te lo ha traído Juan, dice que se lo ha dado Jaime para ti.Lo miré de reojo y seguí hacía la cocina, me has oído, me preguntó, sí, claro que te he oído, pero tengo cosas que hacer, siempre igual, murmullo, ¿que dices? le contesté con rabia.nada hija nada, que cuándo te pones así, dan ganas de marcharse, ¿a dónde?, le pregunté.al infierno, si hiciera falta, porque mira que te gusta mortificar te, Jordi tenía razón, pero yo no podía evitarlo, parecía que necesitaba revivir el pasado, de lo contrario no era capaz de seguir adelante.
Jordi, desde mis diecisiete años, fue mi paño de lágrimas, estuvo ahí siempre, aún cuándo no entendía, que me emperrase en recordar un pasado, que ya debería estar muerto y enterrado.
Él no entendía, que era inevitable y así se lo decía.
Sí Nuria, si yo lo entiendo, pero no se puede estar siempre recordando, lo que pasó, ya no vuelve, es inútil que te amargues, no me amargo Jordi, solo que..., solo que te gusta ahondar en la herida, no cariño, no es eso¿que es entonces Nuri?, no se, pero...ésta vuelta... no se si ha sido acertada, todo y todos, parecen rodearme, parece...como si el pasado estuviera ahí, a cada paso que doy, recordándome, afilando con saña su recuerdo.
Después de comer, sin preocuparme de nada más, me fui al salón, abrí ávida el paquete, como si no supiera de que se trataba, busqué mis gafas, las negras de ver, como yo les llamaba y recostada en el sofá, bajo la ventana, aprovechando los cálidos rayos de sol, que después de un aguado invierno, parecía que habían venido para quedarse, (no estaba yo muy segura de eso) lo abrí y empecé a leer.
Mi preocupación, no tenía razón de ser, sabía perfectamente lo que me iba a encontrar, aún así...seguí leyendo.
No esperaba encontrármelo tan pronto, no necesité averiguar mucho, para reconocer sus frases, sus...capitulaciones como yo les llamaba, un frío seco me recorrió por dentro, la cara me ardía, apoyé el libro sobre mis piernas, e intenté secarme las manos, no quería que se estropease, Jaime me lo dejó, sin haberlo leído y no veía bien, devolverlo manoseado, me acordé de Jordi, siempre que decía algo así, contestaba, para que no se manosee, no se toca y, mi respuesta, ya listo, entonces como lo leo.
Reanudé mi lectura, el frío dio paso a un calor intenso, a una rabia contenida, solté el maldito libro (esta vez no me preocupé de estropearlo) volví al comedor, Jordi liaba sus cigarrillos, no articulé palabra, pero él sabía que estaba furiosa, ¿que te pasa ahora? me preguntó, sin levantar las manos de la maquinita, me va a estallar la cabeza, respondí, ¡no puedo más¡ como pudo ser tan malo¡
Como si no lo hubieras conocido , siempre te lo he dicho,, el pasado enterrado y bien tapado.Jordi, no tenía derecho a hacernos lo que nos hizo, y lo peor...que nos amargó la vida y nunca fue capaz de ser feliz, hay cosas que nunca se las podré perdonar.
Jordi;__ si yo aquellas Navidades hubiese estado aquí... qué, le contesté, que las cosas serían de otra forma Nuri, ¿no me habrías dejado ir? le pregunté, sí, claro que habrías ido, pero solo eso, era mi deber y además sabes que...no lo hice por obligación, no sabes lo mal que lo pasé, no se lo que contaría cuándo nos vinimos, pero...todo el cariño que había tenido en otro tiempo, parecía que se había esfumado, solo la "nina" me dio cariño, como siempre, ¡siempre fui su "petitona"¡
Y el viaje...¡Dios¡ no te imaginas, en dos ocasiones estuve a punto de bajarme del tren y pedir una ambulancia, cuándo llegamos aquí, el médico lo reconoció, no se podía creer lo que le contaba, Nuria, no está bien me dijo, pero no puedo creer, que te haya hecho pasar esa amargura que me cuentas, claro que...me lo creo, solo hay que verlo y oírlo, ¡paciencia¡ ya es lo que te queda.
Nunca pensé en volver a mis raíces, creía que ya no me quedaba más que el recuerdo, el ropón de mi abuelo, aquel tren de madera y el papelón de caramelos del bodegón, que me compró mi prima, para el viaje, pero...la vida, es caprichosa y cuándo más seguro estás de algo, te gira la cara y a empezar de nuevo.
Ésta vez si lo tenía planeado, pero algo me hizo retroceder, sabía que tenía que cambiar y podía haber elegido cualquier lugar o mejor cualquier provincia, porque sí fue un lugar cualquiera, pero no podía ser cualquier provincia, tenía que ser ésta.
El dichoso papeleo, tuvo la culpa, llevábamos un tiempo en la sierra del pozo, el lugar era precioso, el ambiente del pueblo acogedor, aunque muy frío, debido a sus acuíferos.
Me integré, ¡mi primera Semana Santa en mi tierra¡ aunque...mi tierra no era, elegí un lugar, pensando que seria lo mismo, no, no era lo mismo.
El autobús salía a las seis de la mañana, tenía un largo tramo hasta llegar a la Hera baja, donde paraba, aquella noche no dormí, a las cinco ya estaba vestida y con el bolso preparado.
Tuve que coger dos autobuses para llegar al enlace con mi destino, eran casi las diez de la mañana, no había enlace hasta las doce, estaba nerviosa, parecía que todo el mundo me miraba, no sabía donde fijar la vista.
Las doce, ¡por fin¡, ese es el autobús, me indicó el señor de la taquilla, muy amable gracias, llevaba el billete en la mano, no sabía si tenía que dárselo al chofer, la agente, me miraba, nadie me dijo nada, pero no dejaban de "hacerme la foto" una vez sentada... el cuchicheo, esta no es del pueblo, yo no la conozco, creo que no pararon hasta llegar a destino, yo me ensimismé, mirando a través de la ventanilla, ¡que cambio¡, el color del cielo, los campos de olivos, que aquí ,sí parecía un mar verde y plateado, como yo los recordaba.
Mis ojos se bañaron de aquel paisaje, mi pecho, respiraba aquel aire, a pesar de estar dentro del coche, estaba segura que lo respiraba.
Llegamos al cruce, en un otero, majestuoso, ahora más que nunca, sentía mi pueblo, a mi izquierda el Castillo, solemne ondeando sus banderas, me saludaba, giraba la cabeza para empaparme de aquella vista, para mí en aquel momento, ¡Celestial¡
No sabia que tenía dos paradas, y me bajé en la primera que paró, ante mí, aquellas majestuosas sierras, el mercado, ¡cuantos recuerdos¡ el Hotel, la cuesta que llevaba hasta correos, el espejo, aquel que tantas veces, nos sirvió a Jordi y a mí, para discutir, ¡que pites¡ que no Nuri,¿no ves el espejo?, ay que cateta, y tú…de capital pero también cateto, eran peleas, sin importancia, tonterías, ante mí, la plaza, con la Iglesia y a un lado el Ayuntamiento, ahora sí, ahora el aire de mi tierra, entraba en mis pulmones, como queriendo acapararlo, para llevármelo conmigo.
Aquel día sería el primero, de mi andadura, por una tierra que me vio nacer, en la que sufrí el dolor y el desagravio y en la que también encontré el calor de los míos, lo habían guardado tantos años, que ahora me lo daban sin merecérmelo, a manos llenas

sábado, 13 de marzo de 2010

De Cartas a mi madre, Recuerdos













¡Cuánto tiempo sin escribirte! pero, no creas que te he olvidado, eso nunca pasará, ni aún quedando me sin memoria podría olvidarte, sé que lo sabes, pero las letras se me resisten, el mundo se me viene encima y la nostalgia se apodera de mí.Muchos recuerdos, demasiados para asimilarlos, te necesito a mi lado, pero me alegro de que no estés, este mundo, parece que se ha vuelto loco, hasta el tiempo vaga a su libre albedrío.Llueve con rabia, como si quisiera demostrarnos que el nuevo diluvio, es posible, hace que florezca el mal estar y la miseria. Se ven más pobres, más necesidad, las personas hemos cambiado, ya se que el ser humano, ha tendido siempre ha fastidiar en lo posible a su entorno, pero...creo que los avances tecnologicos, los logros en todas las materias, nos están volviendo menos humanos, a veces pienso que nos robotizamos.Esta semana, nevó, lo mismo que cuándo yo, solo tenía 12 años, ¿lo recuerdas?.Eso me volvió atrás en el tiempo, volví a ser niña, el estanque de la plazoleta, era un pequeño montículo blanco, ¡que pena de los peces!. los bancos ni se veían, y los árboles de los parterres, desprendían de sus copas, los blancos y abultados copos de nieve, poco duraban los huecos de las pisadas, nevó durante dos días, y toda la ciudad era un caos.Por unos instantes, sentí que vivía de nuevo aquella infancia.Ha vuelto a nevar, mañana te seguiré escribiendo.


Han pasado muchos días, estuve recordando aquel año, es lo que tiene, que cuándo vivo una nevada no dejo de recordarlo, y..he vivido más de una, tu lo sabes bien.

Esta última en especial, me trajo amargos recuerdos, aquel año para nosotras, a pesar del dicho de que...año de nieves año de bienes, no fue así, quizá fue el más amargo de nuestras vidas, al menos si de la mía, ¿porqué? siempre me hice esa pregunta y te la hice, de mayor lo entenderás, me respondías, soy mayor, y...no lo entiendo.

Habían pasado unos meses de la nevada, la vida, se había normalizado, la euforia de aquellos hermosos momentos, al menos para mí, que solo contaba con 11 años, quedaron atrás, de nuevo la rutina la niña chica, el colegio, ir a entregar la faena, cuándo salia a las cinco, los deberes, la cena y...el miedo a que algo no hubiese hecho bien, pues ello conllevaba el consiguiente castigo, pero...cada día tenía menos miedo, me estaba haciendo mayor, me hice mayor a pasos agigantados.

Aquel día, prometía ser uno e tantos, pero no, no fue como los demás, aquel día ya lo he dicho y repito, fue el más amargo de mi vida, un día que se gravó en mi mente de niña mayor, para no borrarse nunca.

Un barrio adinerado de la ciudad, las doce del medio día, cruzaste la calle, sabias lo que estabas haciendo, justo cuándo aquel enorme camión se cruzó a tu paso, ¿que pensabas? ¿sabias que podías dejarme sola? creo que no, por eso en el último momento, se grabó tu mano en el chasis, debiste ver un ogro en el último momento, pero, a pesar de todo, no estuviste sola, alguien veló por ti y aunque el impacto fue fatal, el tiempo te ayudaría a recuperarte.

Estaba en el colegio, justo en clase de gimnasia, no lo olvidaré era febrero, y solo llevaba la falda de algodón, azul plisada y los bombachos , una blusa de manga corta, la monja me bajó la rebeca al patio, me ayudó a ponérmela y sin mediar palabra, me acompañó a la puerta.

Mi tía me esperaba, sería, como nunca la había visto,¿ que pasa tía? pregunté,nada, tienes que acompaña me, vamos al clínico, ¿al clínico? y, allí que teníamos que hacer, pensé, pero no articulé palabra,al llegar a la carretera, paró un taxi, y con el mismo silencio, llegamos al hospital.
Los pasillos interminables y fríos, me daban la sensación de estar en un laberinto sin salida.

Dos horas pasaron, por fin una religiosa, con enorme toca blanca, se acercó, ya pueden subir, nos dijo, por una de las numerosas puertas de aquel pasillo subimos unas escaleras, al final y de frente una enorme sala con algunas ventanas, un pasillo al centro, y a ambos lados, tantas, que no fui capaz de contarlas en aquel momento.

Allí en la primera cama entrando, estabas, no eras ni tu sombra, la rabia me consumía, no sabia como contenerla, de haber podido, me habría pegado con el primero que se me acercase, yo no me sentía culpable, pero...creí que en aquel momento todos pensaron que era mi culpa.
Con el tiempo, demostré que estábamos hechas de la misma pasta.
Me levantaba antes de que sonase el despertador, cuándo mi padre se levantaba, tenía el pan tierno el café y la fiambrera para llevarse, no me dirigía la palabra, solo exigía, que al día siguiente, procurase ir antes a por el pan, la niña podía despertarse, y...claro no iba él a preocuparse de estar por ella, no se como callaba, era muy rebelde y siempre desde que cumplí los once años, le contestaba, tenía miedo, que en el estado de mi madre, se le ocurriese ponerle la mano encima, no sería la primera vez.
durante seis meses, me ocupé de la casa, lavar la ropa con una lavadora alquilada por horas, de atender al médico cuando iba a visitarte, llevar a la niña a la guardería y recogerla a las doce, para que comiera en casa, por la tarde de nuevo a la guardería y si podía...me quedaba a alguna clase, nadie me ayudó, la monja, me pasaba los deberes, y si algo no entendía, me lo explicaba al salir a las cinco, pero yo siempre tenía prisa, estabas sola, y había tantas cosas que hacer,

sábado, 21 de noviembre de 2009

Llegada a Barcelona


En el año 53 cuándo apenas contaba 4 años, hice mi primer gran viaje, recuerdo que todo era ilusión para mí en aquel momento, me sentía feliz, iba a cambiar, a viajar en ¡un tren! conocería a mis primos, los otros, los que vivían en Barcelona.
¡Barcelona! que alegría, mi madre decía que tenía más casas que Baños y...eran muy grandes, me contaba que mi casa no tenía patio, pero...tiene una terraza preciosa, con un lavadero, allí podrás jugar con los primos.
El agotador viaje, culminó en una enorme estación, grandes cristaleras enmarcadas en elaborados hierros, no se veía el sol, pero entraba la luz.
el trasiego de gentes era enorme, las mujeres con enormes cestas de las que sacaba la cabeza algún que otro pollo adormilado por el largo camino recorrido, dentro de los capazos.
recuerdo a mi madre, delgada alta, vestida de riguroso luto, cargó en las caderas las maletas, yo solo llevaba la cesta de la comida y la manta de mi abuelo, que me sirvió todo el viaje para dormir en el hueco que quedaba sobre la puerta de entrada al compartimento, yo creo, que nos subían allí a los niños para que no nos viera el revisor, y ...así ahorrarse el billete, pero no era mi caso, mi billete me lo había pagado mi tita pepa y mi prima Antonia el enorme papelón de caramelos, me los compró en el bodegón. ya en el andén, mi madre buscaba ávida, la figura de mi padre, tenia que estar esperándonos.
yo no apartaba la vista de mis caramelos ni del billete del tren, pues me había dicho mi prima, que si no estaba a gusto, que con ese billete podría volverme al pueblo, ¡que ilusa!
¡Mis caramelos mi billete!, grité al verme en brazos de un hombre muy grande, que me abrazó como si me conociera, llore, pero...lloraba por mis caramelos que se habían caído en aquel suelo gris y sucio.
El tío pedro te comprara más caramelos, no llores que nos vamos a casa.
Mi padre no fue a esperarnos, estaba trabajando, ¿mi tío no trabajaba?
necesité años para comprender tantas y tantas cosas...
Salimos a una gran avenida, mi madre con una de las maletas y cogiendo mi mano, se dirigía en una dirección, ella conocía Barcelona, había vivido allí de recién casada, mi tío la detuvo, espera Isabel, el señor José nos espera está ahí, con la catalina.
Todos se rieron de mí, cuándo pregunté, tío… ¿donde esta Catalina?
aquí ¿no la ves? no, no la veía allí solo estaba el señor José delante de un coche que parecía de muertos, con un morro bajito y una caseta cuadrada encima...
Subimos todos a la catalina, que por cierto…no era una señora si no, el coche del vecino.
Ven ponte en la ventanilla y así iras viendo cosas, pasamos por otra avenida esta más ancha que la de la estación, ¡las colas! grité como loca, y entonces fue mi madre quien soltó la primera carcajada, no nana, no son las colas, es el mar, enseguida intervino mi tío, mañana domingo, vendremos a la playa y verás como te gusta.
No yo no quiero ir a la playa, quiero ir a las colas, el mar es más bonito hija, decía mi madre, hay arena y conchas y…hasta algunas veces peces que saltan en la orilla.
No, a mi no me interesaban los peces ni la playa, yo quería volver a mi pueblo, irme a las colas y a las olivas con mi tito Antonio, beberme la leche de las cabras por la mañana y correr cuesta abajo, cuando los mulos la subían cargados de aperos y mi tío muchas veces detrás, subido en la borrica.,
Las hermosa avenidas y anchas y largas calles de Barcelona, se habían quedado atrás, enfilábamos una estrecha carretera con casas a ambos lados, tan estrecha que daba la impresión que se podían dar la mano desde los balcones, los vecinos de una y otra cera, al final llegamos a un control, eran los burots, el limite de la capital, con hospitalet, allí unos hombres como el municipal de mi pueblo, miraron los papeles que les enseñó mi tío, toquetearon las maletas, y por fin dijeron vale…pasen,
Ya estábamos en casa.
Estabamos delante, de un alto edificio, dos tiendas a los lados y en el centro, una puerta, daba paso a las escaleras, que conducian a los cinco pisos de altura.
La primera tienda, despedía un rico olor a chacinas, nosotras nos detuvimos ante la segunda, con un desagradable olor a carne fresca.
Mama, si traemos chorizos y lomo que ha puesto la tita pepa, ¿para que queremos carne?’ no hija, no vamos a comprar carne, aquí está nuestra casa.
Mi casa, un enorme y lúgubre pasillo, con puertas a un solo lado, la ventana que daba luz, ni siquiera mi madre alcanzaba a abrirla, la del comedor daba a la carnicería y también estaba muy alta, mira aquí dormirás tu, todo el cuarto para ti sola, pero…si no puedo asomarme a la ventana, no hace falta es solo para dar luz, si si, luz, y todas las porquerías que tiraban los vecinos también daban, los vecinos le llamaban el ”pozo”, pues a pesar de ser cuadrado y rodeado de verja de hierro, daba la impresión de un pozo por estar por debajo de los terrados, en su suelo, se alzaban unas ventanas, las de los lados rectangulares , y algo estrechas y las dos del frontal, que daban a los pasillos de las casas eran también rectangulares pero mucho más altas, el “pozo” era el patio de luz para las viviendas, que tenían las dos tiendas de la planta baja
No tardaron en entrar dos mujeres, hablando raro, eran mi tía y su madre, mi madre pregunto por los chiquillos, y las dos a coro respondieron, el pepe en el colegio, Juan como siempre por ahí estará con la bicicleta.
mira nana, dijo mi madre es la tía Amalia y la abuela de los primos, la señora merçe, si pero…cuando nos vamos a casa, pregunté yo, mi tía respondió muy seca, niña ya estás en casa, olvídate ya de tu pueblo, aquí serás una persona, ¿mi prima Antonia no era persona? ni mis primas, la Francisca, la paulina la Tere, ninguna? ni mi tita pepa ni mi tito Antonio, ni la pincha, ni dolores, ¿Quién era persona?
La abuela me acurrucó diciéndome, cariño, esta es ahora tu casa y nosotros tu familia, yo soy la yaya, si quieres también la tuya, cierto, desde aquel momento y hasta su muerte con 93 años, fue mi abuela, cuantas veces seria mi paño de lagrimas.