lunes, 28 de septiembre de 2009

Cartas a mi Madre




Hoy madre, se acabó la feria, bueno…

que voy a contarte que tu, no sepas.

Tú, si que viste a la Virgen pasear por el camino,

entre romeros y floresy engalanada de lirios,

seguro, que se ha parado, en el cruce del camino,

solo por mandarte un beso y…para enseñarte al Niño.

Ya se madre, que no puedes, salir del blanco recinto,

pero…La Madre Divina, te regala su cariño,

por ¡tantos años de lucha!Por ¡tantos días de olvido!,

y yo, que tanto te quise, te mando hasta el cielo

un guiño y aquel poema chiquito, que te escribí en el exilio.
¿Te acuerdas madre querida?

Cuándo acogiste a mi niño ese niño que ahora, es hombre,

¡cuántos besos! ¡Cuánto olvido!

Le cambiabas los pañales, con esos dientes de armiño,

que se ha comido la tierra, que ya están, en el olvido.
Todas las noches de luna, yo me asomo a la ventana,

aquella que tantas veces…a ella tú te asomaras.

dime Nana si esta luna, es la de Juan de las vacas,

madre…la luna siempre es la misma, aquí y en Juan de las vacas.

y mohína te escondías, a un lado de la ventana.

Aquella luna no era, ni por asomo la misma que te inspirara,

debajo de los olivos, al cantarme aquellas nanas.
¿Te acuerdas madre? el cortijo, si, el de las doñajuanas,

cuándo maté tantos pollos, pidiendo que se sentaran,

porque…se come sentado, me lo ha dicho a mí, mi mama,

y aquel camino hasta el pueblo, sin botijo o damajuana,

seca por dentro y por fuera, con sol con frío o escarcha,

solo porque yo, pedía unas góticas de agua,

yo no podía beberla…tú tampoco la probabas.

o…cuando en junio aquel rayo, cayó en mi pierna,

yo estaba sentada en el lavadero, y al ver que relampagueaba,

te pregunté… ¿dime mama, a la gente por la calle,
si les cae uno, los mata?

y con más miedo que fuerza, me cogiste en volandas,

para entonces…ya la chispa, quemó mi pierna y tu alma.

Y, tantas noches despierta, para que no la doblara.

¡Cuánto martirio sufriste! Por mí y…por toda tu casta,

ni un minuto de alegría, creo que tuvo tu alma.

solo tu feria, tu orgullo, tu Virgen fue tu esperanza,

por eso te escribo madre,con lagrimas esta carta,

que aunque nunca te lo dije...te llevé siempre en el alma.

Y si te fuiste de mí…aquí, quedo tu esperanza.

que sigo siendo andaluza, madre, aún…viviendo catalana

lunes, 21 de septiembre de 2009

El rayo


Apenas tenía cumplidos los siete años, ya me sentía totalmente integrada en aquel nuevo mundo, ¡tan diferente del que quedó atrás¡, pero era mi nueva vida, mis sierras, las colas, el cortijo,todo quedó atrás, aunque permanecía vivo en mi memoria.



Es increíble que un niño, recuerde durante toda su vida, sus primeros años, más cuándo había sido una estancia tan corta, apenas tenía cuatro años, cuándo arrancaron mis raíces para implantarlas,en una nueva tierra.



El hecho de haber creído , que aquel viaje no era para siempre, seguro me ayudó a no olvidar y guardar en lo más intimo de mi ser, mis raíces.


Era Junio, la víspera de San Antonio, mi madre había estado todo el día trabajando y yo, como niña, me lo pasé jugando en la plazoleta, imaginaros como acabé, llena de tierra por toda partes.


No teníamos cuarto de baño y por no molestar a mi abuela, como el tiempo lo permitía, mi madre decidió, subir al terrado para lavarme en el lavadero, serían las ocho de la tarde, mi padre se había ido desde el trabajo, al dentista, así que estábamos solas en casa.


Sentada en la piedra del lavadero, empezaron a caer unas finísimas gotas, y el cielo empezó a oscurecerse, pequeñas ráfagas de luz lo iluminaba, y en algunos segundos, se oía un estruendo, pregunté a mi madre,


mama, ¿ que son esas luces y ruidos?, me contestó, eso son truenos, se acerca una tormenta de verano, continué, entonces...¿eso hace daño?, ¡claro hija¡ si te cae encima.


Seguí insistiendo, y...a la gente que va por la calle, ¿le puede caer uno?


pues sí, me contestó


y la mata, insistí


nana cariño, claro que la puede matar, pero, aquí hay para rayos, en la fábrica de hielo.


Asustada, le dije, mama, vámonos, que no quiero que me mate uno.


Mi madre, reaccionó rápido, me cogió en brazos y en aquel momento, sentí como si me pellizcaran, ay, me ha pellizcado, pero mi madre, seguía directa a las escaleras, que bajaban hasta la cocina, comentando, ni siquiera te he secada y vas chorreando.


No era agua, al llegar al pequeño rellano de entrada a la casa, con la luz de la cocina, vio ciertamente que no me había dejado mojada, ¡era sangre¡


El grito terrible de mi madre, alertó a los vecinos, que de un solo golpe, abrieron la puerta cerrada con llave, los primeros en llegar, fueron Oscar y Jordi, me cogieron en volandas, y corrieron hasta la Alcaldía, que estaba en la carretera de santa Eulalia, a unos seiscientos metros.


Detrás y casi ahogando se, llegó Pepe, mi primo mayor, estaba enfermo del corazón.


En pocos minutos, llegó el Doctor Badía, que era el médico del barrio, al ver mi rodilla casi destrozada, limpió la herida y pidió que me llevasen al Hospital Clínico.


Más de un año pasé, con la pierna entablilla da, entonces no existían tantas cosas como hoy, y mi abuela ideo, con las tablas de las cajas de plátanos, que entonces venían así embalados, y con unas corbatas del abuelo, para envolverlas, sujetarme la pierna, para que no la doblase.


Creía, que lo más doloroso para mí, había sido salir de mi pueblo.


En Noviembre de aquel mismo año,comprobé que no, mi tete, después de mi accidente, empeoró de su enfermedad, y con solo diecisiete años, nos dejaba, fue un Domingo, mi tía , la abuela y mi madre,estaban en misa,, mi tío Pedro, solo hacía una hora que había llegado del trabajo, pues tenía turno de noche, cuándo decidió irse a la cama, se encontró a Pepe, intentando incorporarse, pero ya sin fuerzas, lo último que dijo, Papá, cuida a la nena.


Nunca, quisieron decírmelo, pues su muerte, me afectó sobremanera, cuándo ya tenía diecisiete años y con novio, para casarme, mi tía me lo contó, más adelante contaré esta historia, la relación de mi noviazgo y mi primo.