Vita tendría siete años y yo catorce, mi padre, trabajaba todo el día, tenía escasamente una hora para comer, al estar su trabajo casi que en la otra punta de Barcelona, no podía ir a casa a mediodía, por lo que mi madre, le ponía todos los días la fiambrera,(la comida o como dicen en mi tierra, la talega).
Mi madre,aunque no le quedase para ella, procuraba que a él no le faltase, y aún sabiendo mi padre, que no encestábamos nada, siempre le dejaba algo a mi hermana.
Ella acostumbrada, cada día miraba la bolsa y abría la fiambrera, lo cierto es que por entonces, era muy glotona, con el tiempo cambiaría.
Hacía dos días, que el médico le diagnosticó un ganglio justo detrás del lóbulo de la oreja y decidieron que había que extirparlo.
Tenían cita en Vall d' Hebron, para las 10 de la noche, y lo primero que les advirtieron, que la niña no tomase nada ocho horas antes.
Mi madre me dejó el encargo, ella trabajaba hasta tarde y la comida tenía que hacerla yo.
Aquel día, yo no fui a clase, y a las once fui a recoger a Vita, para darle de comer pronto y así no tenía que pasar tantas horas en ayunas.
En menos de un cuarto de hora estábamos en casa y le puse la comida, para que no tuviera tentaciones, me la llevé al parque, y de allí a pasear por la carretera de Santa Eulalia, mirando escaparates, se distraía, la niña era muy caprichosa, y sabía como conquistar me, consiguió que la llevase aquella tarde al cine victoria que hacían dos películas, como vi que podía verlas, accedí.
A las ocho de la noche, llegábamos a casa, a la vez que mi padre, me preguntaron que había comido la niña y cuando, les dije que lo que me dijo mi madre y a las once y cuarto más o menos.
Mis padres se arreglaron, y la niña se metió en la habitación, yo me puse a estudiar en la salita y como ya estaban mis padres, me desentendí de ella
Se marcharon al hospital y me quedé sola en casa, el tiempo me pasó volando, estudié casi tres horas seguidas, cuando sonó el teléfono.
Era mi padre, creo que las voces las oía sin teléfono a pesar de la distancia, no voy a repetir todo lo que me dijo, era demasiado fuerte, lo menos fue cuando dijo, a un correccional te mando, me tienes harto, no me dejó preguntar que pasaba, colgó.
Serian las doce y media cuando de nuevo una llamada, atemorizada cogí el auricular, no me salía la voz del cuerpo, era mi madre, ¡Dios¡ que descanso, Nana, soy la mama, oí decir, porque estaba tan asustada que ni reconocí su voz.
Tranquila cariño, que la nena ya está bien, enseguida vamos a casa, angustiada, le pregunté ¿que ha pasado? mi madre con una leve carcajada respondió; gracias a Dios, nada, pero ya te lo cuento cuándo lleguemos.
Eran casi las dos de la madrugada, no podía dormirme, con las luces apagadas, por si mi padre me regañaba , esperé sentada en la vieja mecedora, tenía frío y me arropé con el viejo ropón de mi abuelo, que ya se caía de viejo y de tanto uso.
El ruido de las llaves me alertó, sentí alegría y miedo a la vez.
Allí estaba, en brazos de mi madre, dormidita como si no hubiese roto nunca un plato.
Se la cogí a mi madre de los brazos y la llevé a la cama, le estaba poniendo el pijama, cuando abrió ligeramente los ojos, "teta" te quiero mucho, tapame, y se quedó dormida de nuevo.
Mi padre, sin tan siquiera mirarme, se marchó a la cama.
¿que ha pasado? pregunté a mi madre, ¡que susto hija¡ creíamos que se nos moría, cuando salió la monja del quirófano, como un energumeno, chillando me, ¡mala madre¡ ¿no se le dijo que no comiera nada la niña?
La niña, había aprovechado que yo me fui a la salita, para buscar en la fiambrera de mi padre y comerse, el trozo de carne que le traía, ¿quien iba a pensar, que en escasos minutos, se atiborraría?.
"Mamaica", sensata como siempre, dijo, la culpa es de José, a quien se le ocurre, sabiendo que la niña tenía que estar en ayunas.
Pero...para no variar, la culpa como siempre, de la muy zangana de la hermana, que no la cuidaba.
A mí, me compensaba cuándo me decía, "teta" no lo digas eh, pero te quiero más que a nadie.
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