martes, 25 de agosto de 2009

Los garbanzos



A veces pienso, que no soy de este planeta, que vengo de otros mundos des conocidos para el resto de seres humanos, mi forma de pensar, de reaccionar ante situaciones, que para algunos son de lo más normal, yo lo hago como si me fuera la vida en ello.


Doy mucho valor a la amistad, a la familia, sobre todo, a la familia, creo que es algo muy importante los lazos familiares, pero por desgracia, no tuve nunca una unión familiar.


Mi vida, estuvo siempre marcada, por acontecimientos ajenos a mí, pero que dejaron una huella perenne en mi persona.


No había cumplido cuatro años, cuándo cambiaron mi familia, mis tíos,mis primas y mi ambiente, por mis nuevos parientes, mi tío su mujer y sus hijos, y unos abuelos postizos.


Por esa parte, no me quejo, mis tíos y mis nuevos abuelos, me acogieron con mucho cariño, mis primos, mayores que yo , el menor diez años más, fueron como mis hermanos, pero a aquella niña, le faltaba el calor de los suyos y a veces, hasta quería que mi madre se pusiera enferma, pues así vendría mi tía y nos llevaría al pueblo, aunque solo fueran unos meses.


Recuerdo, tan solo tendría siete años, Una mañana muy temprano, tanto, que la luna todavía se veía en el cielo, íbamos mis dos primas y yo, con mi tía, camino de las ·Doñajuanas", para mí, aquello era nuevo, y no me molestaba el madrugón, ni tampoco el trabajo que tuviese que hacer, tampoco tenía mucha idea, de lo que me esperaba al llegar a la finca.


Las tres, íbamos contando adivinanzas por el camino, yo me sentía feliz y arropada por los míos, ¡que poco duraría aquella felicidad¡


Aquel día, recogimos garbanzos, las manos se me llenaron de llagas, pero no sentía dolor alguno, ni siquiera cansancio al volver ya por la tarde al pueblo.


Mi madre estaba enferma, y tanto mi tía, como mis tíos, no le permitían moverse demasiado, decían que tenia que hacer reposo, la habitación, daba al patio, y desde la ventana veía el pozo y el portón del corral, donde mi tío guardaba las cabras.


Casi todos los días, nos quedábamos las tres solas, mi tita Dolores, mi madre y yo.

Mi tía Pepa, se iba muy temprano a Bailen, por la cuesta la muela, más de 8km, por los olivares, a vender, los productos que iba comprando de casa en casa ,a los hortelanos y cazadores.

Yo aprovechaba el mínimo descuido, de mi tía Dolores, para escaparme a casa de mi tío Juan, allí estaban mis primas y podía jugar con ellas.

No se como lo hacía, pero siempre estaba esmallá, le decía a mi tía Teresa, ¿no te dan de comer? me preguntaba, al ver con las ansias, que deboraba el cucharrillo de aceite y azúcar, es que anoche, cené pájaritos, le contestaba.


Los pájaritos, era una canción que me cantaba mi tía Pepa, todas las noches para dormirme, lo que no le decía, es que antes que nadie se levantara, me llamaba mi tío por la ventana y me preguntaba ¿anoche cenaste pájaritos?, yo respondía que sí, pues sabía, que me esperaba el cubo de leche recién ordeñada, salía corriendo al patio y al pie del pozo, me amorraba al cubo, como, si fuera la primera vez que probaba la leche.

Aquellos días, fueron los más felices de mi vida, pero como todo lo bueno, duraron poco, y con los sucesivos viajes al pueblo, me fueron prohibiendo, mis "escapadas" a comer con mis primas, y decirle a mi tía, que su cocido era el mejor del mundo.


Ya de mayor, sin comprender todavía aquella prohibición, derramé muchas lágrimas, al pasar por su puerta y no poder abrazarlos, claro que, ahora me doy cuenta, que fui yo, quien no tuvo el valor suficiente, para romper aquellas cadenas, creo que fui cobarde.


Pero, ya las cosas pasaron, y por mucho cariño que me han devuelto, a cambio de mi cobardía, no podré recuperar todo lo que perdí.


Por eso digo, que debo ser de otro planeta.



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