Dicen que la apariéncia, es el fondo del alma, que la cara, es el espejo interior y a través de él, nos reflejamos.
No lo creo.
Veía su carita, era igual que cualquier niña, sus gustos, algunos diferentes, mas, no por ello extravagantes.
A mí, también me gustaron siempre los pantalones, pero no era normal en mi época vestirse con ellos, los camiones y las bicicletas, sobre todo, las bicicletas.
Nada indicaba que estuviese encerrada, en otro yo, ni tampoco que temiese a su exterior.
Pero algo dentro de mí, encendía la alerta.
No fué mayor mi preocupación, no soñé nunca en verla de blanco ante el altar, ni rodeada de mocosos agarrados a sus faltas, entre otras cosas, porque nunca le gustaron las faldas.
Ni sujeta a un hombre, a pesar, de que la recuerdo con catorce años, con su primer regalo de "enamorada" el dino verde.
Algo me decía que ese no era su camino.
Era y es, dulce soñadora, enérgica y de un carácter de truenos, cuándo las cosas no siguen su curso.
Yo era pesada, insistente y a veces, bueno, siempre, vivía en el pasado, siempre lo culpé de mi presente, eso la sacaba de quicio y ahora la entiendo.
Me valía de mis traumas, para defenderme, quizá porque no supe imponerme a un presente que siempre debió ser mio, y a pesar de su juventud, siempre supo estar ahí, aconsejandome sin palabras, ¡lastima¡ que entonces no lo ví.
Siempre luché, pero nunca fuí luchadora, en el fragor de la batalla, rendía mis armas, Ella, no,
No es que siempre lograse lo que se proponía, pero jamas se dió por vencida.
Algo pasaba por su cabeza, algo, que yo no fuí capaz de ver, aún intuyéndolo.
La eduqué fuerte, libre, sabía que sería capaz de forjar su propía vida.
No puedo conocer sus entresijos, pero sí, sentir sus momento de dolor, que no fueron pocos y, no se si estuve a su lado, no sintió mi ayuda, pero estaba allí, orgullosa, de como era y como es.
Feliz cuándo ella lo es y la tristeza me invade, en sus malos momentos.
No es diferente, es...ella, un gran ser humano, que siente el amor, con la misma fuerza que lo sentimos todos, cuándo amamos, o...más, estoy segura.
Porque tiene la fuerza y el corage, de saber lo que quiere, sin importarle,que el resto del mundo la vea diferente.
No es diferente, es única, es...mi hija.
No lo creo.
Veía su carita, era igual que cualquier niña, sus gustos, algunos diferentes, mas, no por ello extravagantes.
A mí, también me gustaron siempre los pantalones, pero no era normal en mi época vestirse con ellos, los camiones y las bicicletas, sobre todo, las bicicletas.
Nada indicaba que estuviese encerrada, en otro yo, ni tampoco que temiese a su exterior.
Pero algo dentro de mí, encendía la alerta.
No fué mayor mi preocupación, no soñé nunca en verla de blanco ante el altar, ni rodeada de mocosos agarrados a sus faltas, entre otras cosas, porque nunca le gustaron las faldas.
Ni sujeta a un hombre, a pesar, de que la recuerdo con catorce años, con su primer regalo de "enamorada" el dino verde.
Algo me decía que ese no era su camino.
Era y es, dulce soñadora, enérgica y de un carácter de truenos, cuándo las cosas no siguen su curso.
Yo era pesada, insistente y a veces, bueno, siempre, vivía en el pasado, siempre lo culpé de mi presente, eso la sacaba de quicio y ahora la entiendo.
Me valía de mis traumas, para defenderme, quizá porque no supe imponerme a un presente que siempre debió ser mio, y a pesar de su juventud, siempre supo estar ahí, aconsejandome sin palabras, ¡lastima¡ que entonces no lo ví.
Siempre luché, pero nunca fuí luchadora, en el fragor de la batalla, rendía mis armas, Ella, no,
No es que siempre lograse lo que se proponía, pero jamas se dió por vencida.
Algo pasaba por su cabeza, algo, que yo no fuí capaz de ver, aún intuyéndolo.
La eduqué fuerte, libre, sabía que sería capaz de forjar su propía vida.
No puedo conocer sus entresijos, pero sí, sentir sus momento de dolor, que no fueron pocos y, no se si estuve a su lado, no sintió mi ayuda, pero estaba allí, orgullosa, de como era y como es.
Feliz cuándo ella lo es y la tristeza me invade, en sus malos momentos.
No es diferente, es...ella, un gran ser humano, que siente el amor, con la misma fuerza que lo sentimos todos, cuándo amamos, o...más, estoy segura.
Porque tiene la fuerza y el corage, de saber lo que quiere, sin importarle,que el resto del mundo la vea diferente.
No es diferente, es única, es...mi hija.