Tenía escasamente dieciséis años, mi madre tenía una amiga que era enfermera en la seguridad social, Conxita, trabajaba en la plaza española, en el ambulatorio.
Yo siempre decía que quería ser comadrona, pero, ya para hacer el bachillerato, tanto a mi madre como a mí, nos costó sangre sudor y lágrimas y nunca mejor utilizada la frase.
El colegio costaba 150ptas al mes, a eso se le añadía que Vita, mi hermana, iba a la guardería y más tarde a parvulos, la cantidad al mes se incrementaba en casi 300 ptas, que teníamos que sacar, de los extras, como mi madre llamaba a quedarnos las dos, cosiendo ella y recortando los embozos de las sábanas yo, hasta altas horas de la noche, los sábados y los domingos, como no teníamos "cargo" así llamaba mi madre, a que mi padre estuviese en casa, y no porque quisiera decir que era una carga, sino más bien, porque él nunca estuvo de acuerdo en que hiciésemos trabajos extras, claro que... no lo estaba porque el dinero se dedicaba a mis estudios, no se porque, le molestaba tanto que yo estudiase, nunca lo entendí, menos cuándo, cada vez que conseguía algo, se enorgullecía delante de sus amigos, en casa no desde luego.
Por eso, cuándo Conxita le dijo a mi madre,Isabel, tu crees que nana,sería capaz de sustituirme un tiempo en el trabajo, mi madre vio la mayor oportunidad de mi vida, encontró que se me abría un camino a mis ilusiones y claro está, no dudo en decirle, sí claro, como no va a ser capaz, ya sabes tú como es nana, vale para un roto y para un descosido, esa frase siempre la tenía en la boca, cuándo hablaba de mí, esa y...mi nana, lo que se pone, lo hace como nadie.
No me lo decía, pero para ella, yo era , lo que ella hubiese querido ser, fuerte, decidida, capaz de plantar cara cuándo la ocasión lo requería, sin miedo a nada ni a nadie.
No se daba cuenta que era su vivo retrato, que si no temía a nada, era porque detrás estaba mi madre,y eso, era un muro que me resguardaba.
De la forma más tonta, empecé a trabajar de auxiliar de enfermería, en aquel ambulatorio, en dos meses, compaginaba mis prácticas de primero de ATS, en el Hospital de la Esperanza, que entonces empezaba a especializarse en geriatría, pero...no todo fueron flores, para poder estudiar, las prácticas, en lugar de dos horas como hacían las de la escuela de Sta Madrona, yo entraba a las seis de la mañana hasta las dos de la tarde, naturalmente, cobrando un sueldo de 3000ptas.
A las tres de la tarde empezaba mi trabajo en el ambulatorio, hasta las nueve de la noche y pensareis...¿a que horas iba a clase?. la escuela nocturna Del Niño Jesús, empezaba a las siete.
Me había ganado el cariño de mis compañeras, tanto enfermeras, como auxiliares y del personal del centro, la que más cerca estaba de mi edad tenía 27 años.
Nunca olvidaré a Rosa a Faustina a su hermana la Subjefa de enfermeras y como no, a María Luisa mi querida jefa, entre todos hacían posible, que cumpliese con mi trabajo y pudiera asistir a clase.
Los médicos, tenían las visitas de dos horas y de uno a otro siempre había una hora de intervalo, de manera que, las consultas estaban ocupadas a todas horas, pero ni con los mismos doctores ni enfermeras, ellas se lo montaban para que yo pasase consulta, seguido, o sea, sin descansar la hora, y así a las 6'30, echaba a correr hasta el puente de la torrassa, para coger el metro e intentar llegar a las siete, tenía que hacer transbordo en Cataluña, por lo que nunca llegaba a tiempo, pero yo me las arreglaba, para que lo que me había perdido, luego me lo explicasen mis compañeras, o, el médico que mejor me caía, el Doctor Turó, un magnifico cirujano, todos me caían bien, pero este era especial, quizá porque lo veía mayor y porque me trataba como si fuese algo suyo, con aquel respeto, tan característico en él para con todos.
Ya hablaré de Rafa, estaba de conserje y era el encargado de recoger en una hoja, las firmas de cuándo entrabamos y cuándo salíamos, se las ingeniaba, para que nadie supiera que me iba antes de mi hora, tú firma, me decía, la hora la pongo yo luego, nunca se le olvidó.
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